El oscarizado Juan José Campanella se adentra en un pequeño pueblo pesquero de Galicia para ahondar en la lucha entre fanatismo y la fe. Las ganadoras del Goya Marta Etura y Susi Sánchez estarán presentes en esta segunda parte que se estrena este 26 de enero en SkyShowtime. El auténtico milagro será no engancharse a este thriller.
Galicia es tierra de meigas, bruxas e curuxas, como dice el conjuro de la queimada. El paisaje sacro que rodea al Camino de Santiago guarda innumerables leyendas con las que los peregrinos acompañan su viaje interior, aunque algunas son más «pías» que otras… Una de esas historias que traspasan las fronteras de lo tangible tiene como escenario las silenciosas ruinas de la ermita de San Amaro. Este legado de piedra donde parece que el tiempo se ha detenido se ubica sobre un pequeño montículo de apenas 500 metros en un meandro del río Umia, en Forcarei. Hasta allí se desplazó en octubre de 2022 el equipo de rodaje de Los enviados, una serie de Paramount+ que estrena su segunda temporada este 26 de enero en SkyShowtime. Entre ellos, estaba su director y guionista, Juan José Campanella, ganador de dos Emmy y un Oscar a Mejor Película Extranjera por El Secreto de sus Ojos en 2010.
Un thriller místico con personajes muy terrenales
En la primera entrega de esta producción, que ganó el Oro a Mejor Drama y la Plata a Mejor Guion en los New York Festivals TV & Film Awards ―uno de los premios internacionales más prestigiosos de la industria―, la trama se desarrolla en la localidad mexicana de San Acacio donde dos sacerdotes de la Congregación para las Causas de los Santos ―el equipo del Vaticano responsable de verificar y estudiar los milagros de potenciales santos― son enviados para investigar un extraño caso de curación. Tras lanzarse de la torre de la iglesia, un hombre es resucitado por el cura del pueblo, que no estará para contestar preguntas cuando llegan. Esta vez, la fe de Simón Antequera (Miguel Ángel Silvestre) y Pedro Salinas (Luis Gerardo Méndez) en un Dios benevolente vuelve a ponerse a prueba en un concello pesquero de Pontevedra. «México es un país muy místico. Por eso nos enfocamos en la muerte y lo que pueda existir más allá de la vida, en cambio España es más terrenal, como nosotros. Eso determinó que el planteamiento fuese distinto», explica Campanella.
El artífice de El Hijo de la Novia reconoce que le cuesta mucho dibujar personajes que no sean como cualquier hijo de vecino, incluso si se trata de miembros de la curia. «No sé si les hago un favor, a mí me sale solo», dice entre risas. Sin embargo, uno de los aspectos más valorados por la crítica en el arranque de esta ficción fue la química entre los dos sacerdotes protagonistas. «La primera temporada tenía mucho que ver con el elemento político que sostiene al Vaticano. No olvidemos que es un país con sus rangos políticos y peleas palaciegas. Esta vez profundizamos en la contradicción que existe entre lo que la Iglesia nos dice que hay que hacer, desde su supuesta gran altura moral, y los conflictos de sus representantes, que no son más que seres humanos con dudas. Cuando se encuentran frente a algo tenebrosos, se asustan. Son reacciones naturales», amplía.
El autorretrato apócrifo de Campanella
Campanella logra hacerlos caminar sobre la cuerda floja y alterna la mirada de un religioso que se apega a la fe y la de otro que no renuncia a observar los hechos desde una perspectiva científica durante la investigación. Antequera y Salinas podrían ser perfectamente dos detectives del FBI, si no fuera porque llevan un alzacuellos y nos hacen reír más de lo que cabría esperar. «Mi personaje estaba escrito para un actor argentino, aunque al final decidieron que lo hiciera yo, pero Simón tiene un punto punki, esa ligereza con la que ellos se toman la vida», revela Silvestre. «He intentado hacerlo como Juan José [Campanella] lo haría, porque me parece se lo pasa muy bien escribiendo este personaje y cuando lo interpreto, hay algo que me conecta con él. De hecho, creo que es él«, apuesta el actor.
En una escena fascinante de El secreto de sus ojos, Pablo Sandoval ―interpretado por Guillermo Francella― desarrolla una teoría invencible: «El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios… Pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión». Ahí es justamente donde el actor español desenmascara a Campanella con su propia hipótesis. «En el set de rodaje me pedía que no tuviera miedo de ir un poco más allá y hacerlo más cómico. Eso forma parte del ADN de sus películas. A él le gusta que los personajes sean muy humanos y se comporten como en la vida normal, aunque esto sea un thriller. Todos nos ponemos nerviosos, somos torpes y eso genera comedia», añade. El objetivo está cumplido. Las reseñas de los espectadores sobre Los Enviados remarcan ese equilibrio entre el suspense y el sentido del humor en el guion y dirección. «Una serie de televisión que puede darte esa sensación de inmersión y empatía con los protagonistas de forma natural y fluida», indica un usuario en Google. Esta valoración no es la excepción y ese clamor popular terminó por convertirla en la serie más vista de habla hispana de Paramount+ en Estados Unidos durante la primera entrega.
Las mujeres vienen a poner rock & roll
El retorno a la plataforma de la serie nos dejará con la miel en los labios, porque SkyShowtime solo ofrecerá este viernes los primeros cuatro episodios. Tendremos que esperar al 15 de marzo para ver cómo se resuelve este dilema. Todo arranca justo delante de la catedral de Santiago de Compostela. Martín Cañola [Pepón Nieto], el arzobispo de la diócesis, los convoca para desentrañar un misterio en Porto da Lúa. En el convento del pueblo, en el que viven tres hermanas ciegas que tomaron los hábitos hace años, se ha producido un milagro. Entre ellas está la ganadora de un Goya a Mejor Actriz de Reparto por Cinco lobitos, Susi Sánchez, que se pone en la piel de Franca, una monja acostumbrada a las visiones reveladoras de Corina. Los vecinos aprecian a las hermanas e incluso veneran su don, sobre todo después de que ayudase a descubrir que Xiana, una niña desaparecida al poco de nacer, hace 18 años. Una de esas epifanías pone sobre la pista a las autoridades y, tras la intervención de los gobiernos, se corrobora que su paradero está en Canadá. Casi dos décadas después de su secuestro, la joven regresa a conocer a sus padres y sus verdaderos orígenes. Aquello tiene un final feliz para todos, pero a monseñor hay algo que no le cuadra.
«Mi personaje dice a veces que necesitamos un milagro porque estamos perdiendo adeptos en la Iglesia», simplifica Marta Etura. La ganadora de un Premio Goya a la mejor actriz de reparto en 2010 por su trabajo en la película Celda 211 es uno de los nuevos fichajes de esta temporada. Interpreta a Pilar, la alcaldesa de la localidad. «Es una mujer fascinante porque, en una serie donde lo espiritual y lo místico están ahí flotando todo el tiempo, ella es tierra», introduce. La regidora es una atea convencida y, en consecuencia, choca con las creencias católicas imperantes. «Está decidida a liberar al pueblo», asegura la actriz que se pone en su piel. «El otro día, cuando volví a ver la serie, entendí por qué tiene esa determinación. Nosotros iremos descubriendo cosas, pero ella lo sabe todo desde el primer episodio«, desliza Etura. Habrá que esperar a ver la temporada completa para comprender qué es eso que nos oculta.
Entre tanto, Campanella nos ofrece un recorrido que invita al público a plantearse preguntas que ya nos deslizaba Berto Romero en El otro lado, como el inmenso movimiento económico que sigue a un milagro, la necesidad de creer en algo superior e incluso sobre la dualidad entre lo que se puede explicar científicamente y lo que escapa a la comprensión humana. En ese escenario, Sor Emilia ― a la que da vida Assira Abbate― desempeña un papel importante. «Nos movemos en un territorio patriarcal como es la Iglesia y queríamos marcar también una presencia femenina fuerte que solo podía ser la hermana Emilia. Esta mujer no va a parar hasta ser Papa. Desde la primera temporada sabemos que es un personaje de altura que sería capaz de cambiar toda la estructura de la Iglesia. Ella representa toda la modernidad y el conflicto con los curas, que se mantienen a cara de perro en unas estructuras religiosas muy machistas», desarrolla el director. En su papel, Abbate se encargará de poner en su sitio a la pareja de sacerdotes.
Con media temporada en la recámara, todavía hay pocas certezas sobre la mesa, pero ese no es un problema para Campanella. El cineasta no es partidario de tomar una postura definitiva frente a los hechos y prefiere ceder las conclusiones a su público. «Hay muchas cosas de la religión que tienen que ver con el deseo de que sea real lo que uno quiere creer», reflexiona. «Hay muchas cosas que ocurren y pueden parecer milagros porque todavía no están totalmente estudiadas. No podemos aplicarles parámetros científicos cuantificables. La serie se mueve en esa zona gris donde nos parece ver monstruos», sitúa el director. Campanella disfruta en esa ambigedad. «Yo no puedo decir si están ahí o no, ni si quiera está probado si hay un Dios, así que lo más honesto es respetar esa parte y dejar al espectador que tome su propia decisión sobre lo que ha pasado», expone. No parece que vayamos ajustar cuentas sobre la existencia de un ser supremo en ocho episodios. Silvestre tampoco lo ha conseguido encadenando 30 Monedas con Los Enviados. Así que abandonemos el escepticismo por un rato y dejemos que nos atrape la trama.