La narración episódica, el uso del sonido y el buen hacer de los actores son lo mejor de una película de ritmo adictivo que nos devuelve la pasión por la crónica negra española
Algo tiene el ‘true crime’, tan de moda en nuestros días, que nos incita a mirarlo con deleite. Como cuando no podemos evitar echar una ojeada a las consecuencias de un desastre natural o a un suceso truculento. Esa fascinación es la que ha hecho que triunfen series como ‘El cuerpo en llamas’ y la que convertirá a ‘La viuda negra’ (olvídense de Scarlett Johansson y de Marvel, que esto no tiene nada que ver) en un nuevo triunfo para Netflix.
Carlos Sedes, que codirigió ‘Fariña’ y también estuvo detrás de ‘El caso Asunta’, es el director de una producción de Ramón Campos (que también ha metido mano en el guion) y Bambú. Un binomio que empieza a convertirse en un Ryan Murphy a la española.
Las coincidencias no son baladí: tanto Murphy como Campos tiran de la crónica negra reciente de sus respectivos países para elaborar productos cuidados que, con las pretensiones artísticas justas (siempre gana la más noble, la de entretener) forman un corpus criminalista heredero del periódico ‘El caso’ o de clásicos como ‘El crimen de la calle Bordadores’.
El dúo Bambú/Netflix pone ahora sus ojos en el caso del asesinato de Antonio Navarro Cedrán, que apareció muerto en un aparcamiento de Valencia en agosto de 2017. Por increíble que pareciese, todas las pistas apuntaban a la que fue su esposa, que acabó siendo acusada de asesinato.
Una historia ya vieja para unos tiempos que corren a la velocidad de las cuádrigas de ‘Ben-Hur’ y que ya tiene traslado a la ficción gracias a esta película protagonizada por un trío de ases de nuestro cine: Carmen Machi, Ivana Baquero y Tristán Ulloa.
Relato sencillo que recuerda a muchos precedentes, el gran acierto de los creadores es elegir el formato largometraje en lugar de una miniserie, que habría quedado algo pobre de giros de guion. Otra virtud, y no menos importante, es la narración no lineal y dividida en tres partes, cada una de ellas dedicada a un personaje principal. Así, la inspectora sagaz (Machi), la viuda seductora y manipuladora (Baquero) y el ‘pagafantas’ enamorado que se deja querer y mangonear (Ulloa) tiene su propio bloque.
‘La viuda negra’ también persigue la originalidad en su uso del sonido. Fueron los audios de esta mujer fatal más valenciana que la paella, a uno de sus amantes, los que acabaron delatándola. Tiene sentido, por tanto, que esos mensajes, de importancia capital en la narración, se visualicen en pantalla mediante un espectro de audio, que hagan avanzar la historia y agudicen la imaginación del espectador con lo que no está viendo.
Que el propio crimen se produzca fuera de campo también apunta hacia ese objetivo y supone un escrupuloso respeto a la víctima real en un producto que perfectamente podría pecar de amarillista.
Se agradece que los actores se impliquen en su cometido como si nadie antes hubiese protagonizado un film similar. Carmen Machi que cumple con creces el cliché de actriz todoterreno, es capaz de dar peso a un arquetipo sherlockiano.
Otro personaje tipo, el de la vampiresa seductora tan habitual en el cine negro, tiene en ‘La viuda negra’ su versión choni gracias al talento de Ivana Baquero. La imborrable niña de ‘El laberinto del fauno’ ofrece una caracterización muy distinta de la imagen que podamos tener de ella.
Y, en la línea de sus transformaciones últimas (que incluyen lo físico) Tristán Ulloa vuelve a dar muestras de su versatilidad dando vida a un señor que podría resultar desagradable y acaba siendo el más relevante de toda la trama.
Accesible y rítmica, adictiva a lo largo de sus dos horas y fiel (quizá demasiado) al hecho real que retrata, ‘La viuda negra’ no pasará a la historia del cine y probablemente tampoco a la de Netflix. Pero su poder de seducción y el oficio de sus creadores tras las cámaras aseguran la complicidad de un público que gozará de una producción de la que no se puede despegar el ojo una vez que se le da al Play. Como cuando tenemos la desgracia de ver un accidente de tráfico… Así es el ser humano.